Los investigadores han constatado que los animales con la amígdala lesionada –con una afectación superior al 70%– recuperan totalmente la capacidad de aprender y recordar después de someterse a varias sesiones de estimulación intracraneal del hipotálamo, consistente en enviar impulsos eléctricos a esta región cerebral. El efecto perdura en el tiempo hasta tres meses después de diez sesiones de tratamiento de una hora cada una, lo que contribuye a la consolidación de la memoria implícita i explícita. Además, los niveles de aprendizaje y retención de los animales lesionados son incluso mejores que los de animales sanos.
Respecto a cómo la estimulación del hipotálamo compensaría los daños de la amígdala, los investigadores ya habían apuntado que esta activación provocaba cambios estructurales en el cerebro, aumentando las conexiones neuronales y la expresión de genes con funciones relacionadas con la plasticidad neural y la neuroprotección. Además, en la pequeña parte de amígdala no dañada se observa más actividad de la acetilcolinesterasa, enzima clave en el metabolismo de la acetilcolina, un neurotransmisor crítico para el aprendizaje y la memoria. Esta regulación de la actividad colinérgica debe participar en la recuperación y mejora producida por la estimulación, incluso modulando esta misma actividad en otras áreas del cerebro, y en especial en los sistemas de memoria, que actuarían como mecanismos de compensación.
El estudio demuestra el excepcional potencial terapéutico de la estimulación cerebral profunda y sugiere que, además de aprender y recordar, el tratamiento podría ser eficaz para ‘desaprender’, es decir, para dejar de vincular estímulos con emociones incapacitantes como las que causa el estrés postraumático.
Fuente: www.neurologia.com